sábado, 22 de enero de 2011

Amaneceres

 Como cada amanecer se posó sobre la ventana y contempló en silencio los rayos de sol que entraban en la habitación y que la hacían despertarse poco a poco. Esa mañana se había adelantado, aún no era hora de despertarla así que se quedó observándola un largo rato. Ternura era lo que le transmitía, somos tan indefensos mientras dormimos... Puesto que aún quedaba tiempo para que se despertara y en el exterior nevaba con intensidad, decidió entrar sigilosamente y sentarse sobre su cama, con mucho cuidado. Simplemente la observó y le rogó al sol que esperase unos instantes para despertarla, quería estar a solas con ella. La abrigó y colocó las sábanas en su sitio, en estos días de invierno el frío está presente en todas partes. Le deseó un buen día y esta vez se aventuró y se acercó suavemente hasta sus cálidos labios y la besó mientras le susurraba unas bonitas palabras que solo ellos dos conocían. Acto seguido, abandonó la habitación y esperó a que se despertarse para marcharse, quedándose en la ventana observándola.  Y así, día tras día. Al amanecer recorría el pequeño camino que la separaba de ella y la acompañaba en sus últimos minutos de sueño. Ella nunca lo supo, pero él siempre estuvo ahí, protegiéndola.
 Deberíamos usar más las gafas para conocer a esas personas que, aunque invisibles, están siempre ahí. Busquémoslas.
Laura :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario